martes, 19 de junio de 2012

Julian Mur


1

En el beso de la luna, hay un caracol de plumas, donde se recuesta el horizonte a soñar estrellas.

Detras del conjuro de los mares. Detras de la conjugacion del verbo adelantarse. Donde el flujo de las olas acaricia los parpados cerrados de la arena, cuando sueña con el viento.

Cuando toca su sueño de plumas verdes. Cuando la brisa es niña de nadie y el rocio es promesa de bosque.

La cenicienta noche. Se arroja a lo profundo de tus ojos.

Donde las niñas de papel de tus palabras.

Bailan como planetas en el vientre de sus orbitas.

2

Adentro de una caja vive un relampago.
Adentro de un relampago vive la lluvia.
Adentro de la lluvia
vive una gota de ojos claros.
En el reflejo de su mirada
vive el adentro del adentro
donde nadie vive
con su capa de estrellas.

3

Con sus alas de miel ella abanica el ombligo de las cosas y suspira su venganza de amor, sentada en el umbral del silencio, cotemplando la huida vacilante de los pajaros. La noche cae en un lila profundo, la luna cierra sus parpados y el viento agita los arboles, dibujando la frase desnuda dentro de un pendulo de mariposas agitadas. Se abren las montañas para que un rio de preguntas moje sus orillas, en la pleamar de los decapitados caracoles, en la vigilia del tiempo, en la arena blanca donde las huellas salvajes del hombre nuevo viajan en todas direcciones, en los eclipses y en las olas. El pincel de Dios pregunta por tus ojos.

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