viernes, 27 de mayo de 2011

Victor Hugo Sain

ANATOMIA FINAL Libro: Paisaje Arterial

En el fondo del bosque, donde habitan las balas en tus ojos. Allí, la coral retiene algo de tus tímidas pupilas furiosas. En las orillas de tus manos, en las escolleras de tus lágrimas, se asoma el sórdido anhelo de cortajear por última vez, cada recuerdo, cada carta, cada ademán de volver a sufrir por ese tacto sucio, inescrupuloso y débil.


Estimado/a:

Temo no saber quién soy. Quisiera decírtelo. Pero la furiosa pulcritud de lavarme las manos tantas veces y gastar mi piel bajo la ducha, no me permite reconocerme. Soy una brisa flexible que ondula en cada pensamiento y que suspende un grito inquietando su iris.

Quisiera agradarte, voy buscando cada pieza en tus movimientos, cada palabra, para complementarte y hacerte feliz. Aunque posiblemente yo no lo sea.

No soy un ser digno. Siempre verás en mi, algún pliegue sórdido y oscuro; ya que en el lago flotan partículas de mi sonrisa hoy muerta. Sinceramente, te amo, pero es así como se cierra el círculo en este horrible paraíso de niebla: con el rechazo.



A.





Le dije. Eso! Lo que sentía. Es que…no, no le conté. Es que me pone así…se sobrentiende, yo no le miento, solo no le digo todo, pero insinúo para que me descubra. Es como un prolongado abrazo antes de partir.

No sé cómo ha vivido usted doctor, pero siempre fui más libre en la nocturnidad alejada que en la de alcoba. Uno siempre espera, vio ¿Por qué esperar? ¿Y qué esperar? Un golpe, un llamado, la felicidad, la gratitud, la muerte. A veces pienso en que si hubiera concretado ciertos deseos me hubiera negado a descubrir ¡tantas cosas! Casi siempre lloro cuando veo niños, son tan transparentes que el magnetismo hacia un sentimiento de culpa y de una infancia desdichada y perdida, me hace observarlos con dulce tristeza.





Estimado/a:

Es gracioso, pero a pesar de mi sutil desprecio hacia vos, no dejo de esperar que me contestes. Aunque sea decime algo. Si, ya sé que es todo muy veloz, pero los días son voraces y el vacío me destroza. ¿Qué te pasa? ¿Te doy asco? Si me decías que me querías, seguí sintiendo lo mismo para demostrarme que yo puedo cambiar mi parecer y no negarme a ser feliz. Escribime por favor, decime algo…



A.





Día lunes, la reverberación del silencio aturde las mañanas. Son esos días en los que uno no quiere vivir. En los que al cenar no habla por temor a soltar un llanto ensordecedor, compulsivo, y bien lleno de lágrimas; con todos esos gestos que deforman la cara, lo hacen ridículo y feísimo a uno, y lo llevan a ocultar el rostro con las manos temblorosas y a limpiarse los mocos con las mangas. Son esos llantos que provienen de otro lado. Y luego a la mañana, el café muy puro, casi frío, sin leche, y esas ganas de abandonar el mundo y dormir cien años. Aunque a veces uno se alegra por la falsa sonrisa y amabilidad de un vendedor, o por la deslumbrante belleza de alguien en el tranvía, que seguramente nos encantó más, por los ornamentos de la idealización y las historias de nuestros ensueños.

La cama es una tumba, y antes de morir mirando el cielo raso, mirás la pared, esperando algún zumbido que perfore tus tímpanos y te haga titilar el cerebro. Ese temor que se aproxima con sigilo y de repente es un revolver en tu sien robándote el sueño…turbulencia de amor, anhelos, sexo, pasado, trabajo, ausencias, y el no saber elegir. Tu rostro es sincero a la noche, esa luminosidad de velo fantasmagórico que tiene el foco del baño, te hace vislumbrarte hasta el asco. Y tu cuerpo se enfría aun más, bajo esa ducha sempiterna a la madrugada, tocándote, reconociendo tu cuerpo otra vez, y esa paz, y ese rechazo, adormeciéndote en las gotas de la negación.





Estimado/a:

Hoy me volví a hacer el estudio, los análisis. Y como siempre, dio negativo. Es una obsesión, yo creo tener algo ajeno en mi cuerpo, me voy a morir, lo sé, y quiero enfermarme, además, para asegurarme de que yo tenía razón, y quiero ser la persona más lasciva sin temer a esa puta enfermedad, y que venga de un precipicio de ultratumba esa mísera persona a arruinar mi vida, que la arruine de nuevo, llenándome de placer, así… basura hija de puta… soy como vos…y arrancarle a pedazos su cuerpo, cortándolo en fragmentitos, y comerlo en una gran cena, poniendo una gota de mi sangre infectada en la copa de los invitados.



A.





Doctor, hoy descubrí que puedo vivir en soledad, de modo figurativo. ¡Disfruto tanto el hecho de pensar la vida!, porque puedo, a veces, manipular los pensamientos a mi merced. Antes sucedía que mis pensamientos me acorralaban. Ahora disfruto de esa situación, la modifico, ¡y todo es tan mágico! Las personas son de lo más lúdicas, no tengo temores, ya que nada es real, y cualquier equivocación es ficticia, por lo tanto tengo libre albedrío para aprender de los errores, corrigiéndolos luego sin padecer el hecho de hacer las cosas mal. ¿Por qué tengo que estar con alguien? ¿Qué me importa la verdad? Yo quiero ser feliz y cierta luz sombría requiere que el fin justifique los medios.





Estimado/a:

¿Cuántas cartas debo escribirte para que entres en razón de lo que siento? ¿Qué no entendés? ¿No ves que necesito una carta tuya? ¿Qué te echo para que vuelvas? ¿No pensás volver a escribir? ¿Cuándo cambiaste tanto? ¿Yo te hice cambiar? ¿Pensás que te cambie? ¿Fue por mi culpa? Si siempre lo supiste ¿Por qué te importó al final? ¿Qué puedo hacer para que vuelvas? ¿Por qué ya no soy especial para vos? ¿Estás feliz sin mí?



A.





Me abandonó, así sin más, y no le importó. Al parecer el amor es un faro difuso que solo brilla en el mar nocturno. Y al despertar se convierte en una desilusión con florales de resabios. Sí, yo le dije que se fuera, pero, si me conocía tanto, sin tanto me amaba, hubiera tenido la delicadeza, el tacto de percibir que yo buscaba su calor, y que al ser un espíritu a veces acondicionado por recuerdos tristes, me deje llevar por el paroxismo de mis sentimientos y sin inteligencia emocional.

Yo era feliz en el desequilibrio, la locura era necesaria, era especial, y lo demás, y los demás nunca importaron. Yo no tenía más necesidades que su compañía y el entorno fluía como la corriente de un río, como nuestro cause, y el orden es algo que no servía, y si otros labios eran lindos los besaba, y no negaba mi naturaleza, por qué debía hacerlo.



Esta semana fue dura doctor. Estoy durmiendo como si estuviera en un bosque, siento como de a poco las serpientes se enredan en mis piernas y luego a mi cuello, y floto, y me aturdo, y aparecen voces, y ratas, y una serie de sueños en los que quizá sea vigilia, y es una mezcla de miedo y placer, y siento que la locura me atraviesa y de a poco me lleva, y ya no me importa.

Hace unos días volví a escribir, como siempre, cartas que no pienso, y en las que me dejo atrapar por mi oscuro amor hacia la vida. Sin obtener respuesta.



Van retrocediendo flashes, secuencias. Una niña en una hamaca, un sol esquivando las hojas hasta iluminar la tierra fresca. Todas las sonrisas y todo el amor del mundo. Retrocedés aún más, y con un vestido rosicler cantás peinando una muñeca, y un fantasma en el sillón observándote con ojos enfermos y una risa de horrible diplomacia. De la escafandra salen las heridas que nunca escondieron tus ojos. Una bala de cristal estalla en la marea interna hasta que vomitás alquitrán sobre tu hermoso cuerpo de mujer, desnudo sobre las flores muertas.

Leve acercamiento de la cámara hacia la ventana. Un hermoso jardín en donde las hojas y los pétalos se mueven alternando extremada velocidad con notable lentitud. Aproximación de enfoque hacia una niña de diez años sentada en un tronco cortado, mirando la cámara con acentuados ojos color miel y un marcado matiz morado debajo de los ojos, observando así, sin parpadear, de un modo triste, culpable; tan profundo como inexplicable, con todo el amor que puede existir, transformado en dolor.

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