lunes, 30 de mayo de 2011

Leonor Mauvecin - Córdoba, Argentina

Leonor Mauvecin: Nació en Córdoba, Argentina:(1950) Lic. en Letras, Prof. de Lengua y Literatura. Coordinó ciclos culturales Dicta Cursos y talleres literarios. Obtuvo el Fondo Municipal de Córdoba: 1998, 2000, 2005 Obtuvo Menciones de Honor en: Premio Provincia de Córdoba 1996, Luís de Tejeda 2006. Fundación Argentina para la Poesía 2007.
Invitada a: Poetas del País de las Nubes México, VI Festival de poesía de la feria del libro Buenos Aires, Feria del libro de Córdoba (entre otros)
Ha participado como expositora en encuentros y congresos literarios
Publicó: La Casa del Aire, 1996 La Huella de la Tarde1998 La piel de la serpiente 2000 La caja de madera. 2005 La casa del amor y de la muerte. 2008
Antologías: El Caldero de los Cuenteros .Ciclo de poetas Córdoba poética Siglo XX . Ciclo de escritores cordobeses. La tierra del conjuro. Heptagonal. Poetas en el País de las Nubes México.



De La Piel de la Serpiente

MUTACIONES

Deberíamos pasar al otro lado del espejo
y escribir en el dorso de la mano.
Deberíamos buscar los fantasmas
para quitarles el polvo
y dar vueltas las sombras para vestirnos
con su otra cara.
Deberíamos sujetar el presente
para apoyar el rostro
y reclinar el brazo sobre el tiempo que huye.

Acaso deberíamos buscar un día sin retorno
para instaurar la memoria
y ahuyentar el olvido.
Acaso las telarañas del espejo
me devuelvan mi rostro,
pulido por las cenizas del tiempo.

Pero no será mi rostro.
Será tan sólo un simulacro
que se romperá en pedazos apenas caiga
la primera piedra.





MI PIEL

Condenada a mi forma de este mundo
Olga Orozco

Condenada a esta piel, la observo
abrirse lentamente sobre la flor del tiempo.
La desdoblo, para leer en ella su código secreto.
La estiro sobre los cuatro puntos cardinales para enredar los sueños.

No alcanza, es apenas un despojo que encoge y me atrapa.

Como tela de araña
mi piel, oculta un ojo siniestro que mira, más abajo de mí,
mi pobre ropaje que deshoja
mi pobre ropaje con su ritual de fuego.

Condenada a esta piel de barro, de pulpa de maíz o de madera
recorro sus límites y escribo sobre ella.

Trazo el último enigma de la aurora.

Escribo en la fragilidad.
Sobre la arena, con mis huesos. Esperando la última marea
mientras socava el tiempo , me desgrano.



*********
De La caja de Madera

Debo escarbar despacio.
Retirar la hojarasca.
Separar el polvo de los huesos.
Acomodar cada cosa en su sitio.
Saber qué hacer con lo que sobra.
Ordenar las palabras.
Encontrar la punta del ovillo.
Cortar el nudo.
Abrir las puertas.
Y echar de menos
todo lo que falta

*****
A José O’Sullivan, mi abuelo

Volverás sobre el patio cerrado de la página?
Abrirás para mi
la cerradura del pasado
donde se guardan las palabras
que tiramos al agua del olvido
en el reino sagrado del Ogham?
Huérfanos sin la magia, si la vara de los druidas.
Exilados del prado, del muérdago y la verbena
miramos el retrato de tus ojos
ahogados
en tu océano de noches imposibles
en plenilunio.

¡Ay abuelo!
Bebe
y danos de beber el sueño
de aquellos sueños.
Dame de beber el sabor de la cebada
en el último viaje,
el del retorno.


DESHILACHA EL CORAZÓN

Donde son sordos todos los murmullos
parte y desovíllame los huesos.
Deshilacha el corazón
hasta que la sangre se convierta en río.
Sácame los ojos, entrégaselos a la noche.
Desteje la trama de mi pelo y échalo al viento.
Enrolla mi lengua y déjala, donde las palabras
puedan relamer mi abandono y mi locura.
Sepárame los dedos
en especial, aquellos que saben de escrituras
y entiérralos en algún rincón sombrío
donde los ratones mastiquen el rojo de mis uñas.
No te olvides de ninguna de mis bocas
que saben del amor, absórbelas como en una marejada
y llévalas a morir junto a los peces
Y a los oídos, que escuchan tus pasos,
que saben distinguir el sonido de tu voz
y el canto de Orfeo, disfrázalos de mar
y escóndelos, entre las caracolas del río
que repiten el rumor del universo.


De El libro de las cacerías



El próximo movimiento…

Alguien está en el bosque.
Alguien que guarda gorriones en el vientre
y un murmullo de hojas labrando la utopía.
Es el cazador que lleva tatuada
en sus ojos la biografía del agua.
Es el niño que juega entre la barba
y la mirada del hombre
a desafiar la muerte.

Acecha el cazador y sueña:
Un banquete de pájaros.
Una gacela.
Una mesa colmada a la medida del hambre.

Las extensiones del viento lo confunden.
Los olores del viento lo desvelan.

Tenso el niño - cazador en medio de la espera.
Ignora,
que el perfume que trae el viento, ahora,
es su perfume.
El cazador acecha
Frágil
Él es la presa.

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